Se llama Ricardo Saiz, tiene 46 años, y estudió
en el SEK-San Ildefonso. Fui su profesora de latín en el bachillerato, y
siempre nos llevamos bien. Además nos quisimos mucho. Ricardo era inteligente,
ingenioso, simpático, cordial... Y, cuando se lo proponía, me hacía reír con
sus ocurrencias, sentado siempre en la primera fila, con su inseparable bufanda
de cuadros. Sí, había una cierta complicidad entre los dos... La verdad es que
por aquel entonces no se mataba a estudiar, pero sentó la cabeza cuando llegó a
COU y cursó su carrera de abogado brillantemente; profesión que ejerce en
Madrid, donde vive. Está casado y tiene una mujer y dos hijas maravillosas.
Luego se fue, como
se van todos los alumnos, mientras que los profes vuelven a sus clases con
gesto de nostalgia. Y pasó el tiempo... Hace unos años los alumnos de su
promoción me invitaron a un encuentro. Fue muy emotivo para mí ver a aquellos
hombres y mujeres hechos y derechos, que me recordaban con un cariño enorme.
Recuerdo que cuando Ricardo advirtió mi presencia, fue a abrazarme
con una alegría inmensa. Me dijo cosas tan bonitas que no sé si se me saltaron
las lágrimas… Empezaba entonces la segunda parte de nuestra historia. Ahora
somos muy amigos, y nuestro trabajo en Desde
mi Ausencia nos ha vinculado más aún.
Diría de él muchas
cosas... Es un hombre comprometido con su profesión, en favor del derecho de
defensa, de ahí su interés en escribir un relato en el que se defienda el
primero de los derechos: el de nacer. Me enseñó el proyecto de su novela hace
cuatro años y me habló de su interés en darle forma. Había que desarrollar la
idea, que entroncaba en el ámbito de la ciencia ficción, aunque vinculado al
siglo XXI. Ricardo tiene mucha facilidad para escribir, vivísima imaginación y
gran creatividad; es persona sensible y con sentido estético, por eso en sus
ratos libres también compone música y pinta. Voluntarioso y tenaz, con ideas
sólidas y arraigadas, y sabiendo no sólo lo que quiere, sino a dónde quiere
llegar, es también minucioso y observador, muy perfeccionista. Por eso me animé
a participar con él en la aventura de escribir el relato.
Y todavía podría
seguir hablando y hablando de él, pero baste por hoy… No puedo abusar más de su
atención… “
Quienes asistieron a
la presentación de la novela, recordarán que D. José Luis Rodríguez, ponente
principal, utilizó esas palabras mías, para hablar de Ricardo, porque le
parecieron “entrañables”. Pero no dije nada más que la verdad, y me quedé
corta… Otro día continuaré lo que dejo interrumpido.
Ahora, antes de
despedirme, les deseo que puedan afrontar con fuerza, energía, equilibrio
y prudente optimismo los agoreros pronósticos del año que ha comenzado.
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