martes, 1 de mayo de 2012

LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS

El día 1 de abril de 2012, sobre las 23:00 horas, fuimos invitados por Kiko Méndez Monasterio a su programa  llamado Los Últimos de Filipinas, de Interconomía Radio, para hablar de nuestra novela. 


Hasta ahora no nos había sido posible subir al blog la grabación de dicho programa porque el audio en la página de Internet de Intereconomía, estaba defectuoso. Hemos esperado hasta que el productor, Javier Torres, nos ha facilitado una copia en CD, y con tal motivo, publicamos ahora este artículo añadiendo  en la columna de la derecha del blog el vídeo de la grabación con el audio íntegro, tal cual nos ha sido entregado.

Los Últimos de Filipinas es un programa de actualidad cuyo nombre rememora las consecuencias del Tratado de París de 1898. Tratado que comienza así:

Artículo I
España renuncia todo derecho de soberanía y propiedad sobre Cuba.
En atención a que dicha isla, cuando sea evacuada por España, va a ser ocupada por los Estados Unidos, los Estados Unidos mientras dure su ocupación, tomarán sobre sí y cumplirán las obligaciones que por el hecho de ocuparla, les impone el Derecho Internacional, para la protección de vidas y haciendas.

Artículo II
España cede a los Estados Unidos la Isla de Puerto Rico y las demás que están ahora bajo su soberanía en las Indias Occidentales, y la Isla de Guam en el Archipiélago de las Marianas o Ladrones.

Artículo III
España cede a los Estados Unidos el archipiélago conocido por las Islas Filipinas

El Tratado de París se considera como el punto y final del imperio español de ultramar, resultado de la guerra con los Estados Unidos. Una guerra en la que presentamos muy poca resistencia, no sólo por la  superioridad armamentística del adversario, sino que también, por temor a una posible pérdida de las Islas Canarias, las Islas Baleares, las demás posesiones en el norte de África y Guinea Ecuatorial.

En la rendición,  las negociaciones giraron en torno a Cuba, de la que asumimos la deuda de 400 millones de dólares que presentaba, y se negoció adicionalmente que cederíamos también Puerto Rico y Guam.  No contentos, el asunto se recondujo a Filipinas, y nuestros gobernantes las entregaron por los 21 millones de dólares que había ofrecido el gobierno estadounidense. Fue la reina María Cristina quien, a través de su gobierno, aceptó las condiciones del siguiente modo:

“El Gobierno de Su Majestad, movido por razones nobles de patriotismo y de humanidad, no asumirá la responsabilidad de volver a traer España todos los horrores de la guerra. Para evitarlos, se resigna a la penosa tarea de someterse a la ley del vencedor, por dura que sea, y como España carece de los medios materiales para defender los derechos que cree que son suyos, se aceptan los únicos términos que los Estados Unidos le ofrecen para la conclusión del tratado de paz”

El tratado se firmó el 10 de diciembre de 1898

España queda afectada entonces por una crisis moral, política y social, consecuencia de la derrota militar, surgiendo un grupo de escritores nacidos entre 1864 y 1875 inconformistas e individualistas que rompen con la literatura anterior. Se rebelan y protestan contra el atraso de España y proponen soluciones para la reforma de la agricultura, la educación, la cultura y la economía del país,  junto con la integración en Europa.  Optan en sus escritos por el lenguaje sencillo y el escepticismo. La angustia personal se manifesta en algunos de ellos que se decantan por las tendencias filosóficas  europeas de Nietzsche, Shopenhauer o Kierkegaard.  

Unamuno, Pío Baroja, Valle Inclán, Antonio Machado, Azorín, Juan Ramón Jiménez, Rubén Darío, Ramiro de Maeztu, José Orgega y Gasset, son algunos de los autores que componen la llamada Generación del 98, a los que gustaba reunirse en tertulias de café  y escribir en revistas literarias.  Benavente y Valle Inclán las presidían en el Café Madrid, haciéndolo Benavente después en la Cervecería Inglesa, y Valle Inclán, junto con los hermanos Machado y Pío Baroja, en el Café de Fornos.  Sentían amor por la olvidada Castilla y dieron origen al debate de las dos Españas, mientras  sus escritos se centraban más en los personajes del día a día que en las grandes personalidades.

Los intelectuales del 98 sacaron una misma conclusión: la urgencia de buscar en zonas de pensamiento y actividad ajenas a la política  los medios de rescatar a España de su progresiva catalepsia.  

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